De repente mi amiga vino gritando: "Estamos solos aquí, en esta isla no haz nada ni nadie." Poco a poco empezaba a acordarme. Habíamos hecho un tour en barco. Había viajado con cinco amigos y el último día habíamos decidido aquilar un barco para pasar unas horas en el mar. El aquilador nos había recomendado que no nos acercáramos a las playas porque allí había arrecifes muy peligrosos. Sin Embargo, Daniel nos había convencido. Costara lo que costara, él quería sonder la isla. No puedo acordarme por qué, pero nuestro barco se estropeó y no me acuerdo de qué pasó después.
Cuando me había calmado, intenté sosegar también a mi amiga. Nos sentamos
todos a la sombra de unas palmeras y pensamos en qué podíamos hacer. Despúes de nuestra conversación supimos
que no había esperanza. Noté que todavía tenía sed y por eso aconsejé ir a buscar agua y alimentos.
Algunas horas después no habíamos encontrado mucho, pero era suficiente
para unas horas.
Decidimos buscar madera para construir una balsa. Usamos nuestros
cinturones para liar la madera.
Poco a poco se hacía de noche y decidimos hacer una hoguera para no tener
frío. Daniel encontró cerillas en su bolso. No durmimos mucho en aquella noche.
Los ruidos de la naturaleza y el miedo nos mantenían despiertos.
Al día siguiente, intentamos la balsa. Nos sentamos de uno en uno en la
balsa y rapidamente notamos que no funcionaría. Pesamos demasiado y la balsa
se hundió. No teníamos la oportunidad de agrandar la balsa porque no teníamos
más cinturones.
Daniel aconsejó explorar otra vez la isla. Seguimos sus pasos a la
jungla. Estábamos paseando por la isla ya unas horas cuando de repente oímos unas voces.
Cuando salimos de la jungla nos encontramos en un campo de tenis. No podíamos
creerlo. Un hotel con piscina se levantaba enfrente de nosotros .
En una isla absolutamente desierta nunca habíamos estado. Bebimos algunas
cervezas en el bar del hotel y llamamos a nuestros padres para decirles que
todo estaba bien.
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