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Montag, 28. November 2016
Los pronombres (45 min)
Los pronombres
Su uso I
algo ella ella la le lo se suyo él él
Julio se sentó en un banco cercano, desplegó el periódico y
dedicó a observar
. A medida que pasaba el tiempo aumentaba su desazón, porque penetraba en
con más fuerza el sentimiento de que
de lo que poseía esa mujer era
también, o
había sido en una época remota; lo cierto es que su modo de mirar y de sonreír, pero también de mover el cuerpo o de relacionarse con sus partes alteraron la situación sentimental de quien desde ese día, cada martes y viernes a las cinco de la tarde, entraría en el parque con el único objeto de contemplar a aquella mujer.
Por fin, una tarde en la que
estaba sola, Julio se sentó a su lado simulando iniciar la lectura del periódico. Al poco sacó un paquete de tabaco y extrajo de
un cigarro; luego, cuando la cajetilla viajaba ya en dirección al bolsillo, y con un gesto cargado de indecisión,
ofreció a
, que no dudó en aceptar y que contribuyó además a la ceremonia aportando el fuego.
Juan José Millás,
El desorden de tu nombre
Los pronombres
Su uso II
Me Nos Yo le lo lo lo me nos nos nos yo éste
Cuando arribamos a las últimas casas, un brusco tiroteo nos aturdió. (Antes o después, orillamos el ciego paredón de una fábrica o de un cuartel.)
internamos en una calle de tierra; un soldado, enorme en el resplandor, surgió de una cabaña incendiada. A gritos
mandó que
detuviéramos.
apresuré mis pasos, mi camarada no me siguió.
di vuelta: John Vincent Moon estaba inmóvil, fascinado y como eternizado por el terror. Entonces
volví, derribé de un golpe al soldado, sacudí a Vincent Moon,
insulté y
ordené que
siguiera. Tuve que tomar
del brazo; la pasión del miedo
invalidaba. Huimos, entre la noche agujereada de incendios. Una descarga de fusilería
buscó; una bala rozó el hombro derecho de Moon;
, mientras huíamos entre pinos, prorrumpió en un débil sollozo.
Jorge Luis Borges,
La forma de la espada
Los pronombres
Su uso III
Te cinco cual cuatro ellos esto le le lo lo los nosotros se suyo tú uno yo
Petra distribuía los pasteles a sus hijos, por orden de edad, de menor a mayor. La pequeñita había cogido el
y ahora miraba a los que recibían sus hermanos.
-¿A ver? -
decía Juanito-.
cambio.
-No quiero -denegaba la niña sacudiendo la melena y
apartaba celosamente, con su pastel entre las manos.
Luego tardó mucho tiempo en empezárse
a comer.
-Gusta tener animalitos en casa -decía Felipe-. De la clase que sea. Dan buena compañía y siempre son una cosa que
se encariña y se entretiene con
.
-Sí, pues lo que es
-dijo Petra-, con estos
, no sé
para qué íbamos a querer más. Creo que entretenimiento tenemos ya para regalar
un par de sacos a todo el que lo desee. Es lo que estaba haciendo falta, ¿sabes?
-Ah, mira;
no quiere decir nada. Tengo una amiga casada en Barcelona, la
tiene tres hijos, y no obstante le gusta tener gatos, y tiene
en la casa.
-Pues qué asquito. ¡Y cinco nada más!
-Bien; es el punto de vista de cada cual. Mira, si
no
amas, harías mal en tenerlos, esto sí.
Rafael Sánchez Ferlosio,
El Jarama
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